Los clubs de lectura nacieron como estrategia para el fomento de la lectura del alumnado. En un principio ellos necesitaron de nuestra participación, y transcurrido el tiempo, han acabado poniéndose a nuestra merced. Proporcionándonos un lugar de encuentro en el que además de saborear el delicioso gusto que casi siempre nos dejan los libros, hemos dejado a un lado por un momento nuestros quehaceres, y en cada encuentro hemos dejado de ser esa madre o esa maestra, para ser esas amigas que ponen en común sus puntos de vista sobre cada libro leído, sobre el reflejo que nuestras vidas siempre encuentran entre sus páginas; donde compartimos anécdotas de nuestr@s hij@s entre espumosos cafés y deliciosos postres caseros. Y donde igualmente intercambiamos experiencias e impresiones, que recetas y risas.

Gracias a nuestro club, disfrutamos no sólo de las lecturas, sino del poder mágico que tiene el compartirlas. Y como al tratarse de un plato, no todas nos quedamos con el mismo sabor, y no a todas no s gustan de igual manera, pero el club de lectura nos toca con su varita mágica, y es capaz de lograr que a través del encuentro, disfrutemos el libro leído, al escuchar lo que otras compañeras han sabido exprimir del mismo, y es en ese momento mágico y no antes, donde concluye su lectura.

El objetivo era leer y hemos acabado disfrutando. Un libro nos sumerge en la soledad deliciosa que implica leerlo, y nuestro club nos hace compartir esas soledades. Los libros pretenden mostrarnos otras vidas, otras realidades, otros amores, otras aventuras… y nosotras nos hemos visto entre sus líneas.

Gracias al club por darnos desinteresadamente más de lo que nosotras pudiéramos aportarle a él. Él comenzó necesitándonos a nosotras, y en cierto modo somos nosotras ahora, las que necesitamos de él.

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